domingo, 15 de septiembre de 2013

La lucha de ayer es la lucha de hoy.

No quiero ser repetitiva y caer en las frases hechas y conocidas, ¿pero qué otra cosa me queda por hacer? No hay otra manera de expresar el sentimiento, el amor, que ellos y ahora nosotros sentimos. 
¿Qué queremos? A grandes rasgos, un mundo mejor. ¿Y cómo podemos lograrlo? Yo no puedo decirlo con exactitud, pero tenemos que empezar por acá, por nuestro lugar, sino de otra manera no se puede. ¿Cómo vas a plantar un jardín entero, lleno de flores por doquier, si no empezamos por una en particular? 
Por eso hay que militar, en la escuela, en el barrio, en el trabajo, en la universidad. Porque... el cambio empieza por ahí, desde ahí empieza la revolución. Y eso es lo que queremos una revolución. 
Eso es lo que querían aquellos pibes y pibas de mi edad, que dieron su vida por el amor a un ideal, a un país que creían que podía ser distinto, a un mundo que necesitaban cambiar. 
La lucha de ayer continúa hoy, con nuevas consignas porque el contexto es distinto, pero el objetivo sigue siendo el mismo. 

A 37 años de La noche de los lapices, seguimos escribiendo. 

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